Comentario
Con la adopción de Nerón por Claudio en el 50 d.C., el hijo de Claudio y de Mesalina, Británico, sufría la doble marginación de ser relegado para la sucesión y, a la vez, de quedar supeditado a la tutela de Nerón.
En el momento de la transmisión del poder, Burro, el prefecto del pretorio, y Séneca, el filósofo estoico de origen hispano y senador respetado, fueron los educadores y guías del gobierno en connivencia con Agripina. Debían agradecer a ésta el haberlos devuelto del destierro sufrido durante el gobierno de Claudio.
En la pugna inicial por disputarse la influencia política sobre el joven emperador, Agripina era partidaria de seguir un modelo de gobierno análogo al de Claudio, mientras los partidarios de Seneca y de Burro apostaban por un mayor protagonismo de los senadores. Agripina, así como su estrecho colaborador, el poderoso liberto Palante, quedaron marginados del grupo de los consejeros imperiales.
Todos los datos presentan a Agripina como a una madre nada resignada a dejar de influir sobre la acción política de su hijo. Para reforzar su posición, amenazó con sostener la sucesión de Británico, lo que condujo a que éste fuera mandado matar el 55 d.C. A su vez, Agripina siguió intrigando con el apoyo de libertos y de un grupo de senadores descontentos. La vida licenciosa del joven emperador encontraba siempre la oposición de su madre: ésta apoyó a Octavia, hermana de Británico y mujer de Nerón, contra la liberta y amante de su hijo, Claudia Acte; se opuso igualmente al matrimonio posterior de Nerón con Popea Sabina, amante primero y después segunda esposa de Nerón. Pero Popea consiguió alejar definitivamente a Agripina, quien fue víctima mortal en un naufragio preparado por el propio Nerón.
Si exceptuamos el matricidio, los demás datos podrían tener un valor simplemente anecdótico que reflejarían las veleidades de un joven un tanto alocado, si no fuera porque, a partir de la muerte de Agripina, Nerón comenzó también a desembarazarse de otras tutelas, las de Burro y Séneca, para seguir una nueva trayectoria política.
Los primeros años del gobierno de Nerón han sido calificados por la tradición senatorial como el quinquenio áureo, quinquenium aureum. Séneca y Burro, consejeros pero los auténticos gobernantes, condujeron a Nerón por el camino de la colaboración con el Senado. Este volvió a tomar las responsabilidades de gobierno perdidas por la acción de los libertos de Claudio. El nuevo emperador se presentaba como aún indigno de recibir el título de Padre de la Patria, pater patriae, así como de ejercer la justicia, función delegada a los órganos tradicionales. Se recuperaba la libertad de expresión y Séneca daba ejemplo escribiendo su "Apokolokyntosis", en la que Claudio salía malparado al ser tratado como un cebollino, calabaza.
Pero la ideología senequiana llevaba el germen de la contradicción. Por más respeto y autonomía que se concediera al Senado, ni Séneca ni ningún otro pensaban en la vuelta al gobierno de la Republica. Por ello, era necesario justificar la propia existencia y el poder del emperador, atribuyéndole virtudes que lo hicieran sobresalir sobre el resto de los mortales. Así, la clemencia, la equidad y la bondad (Augusto también se había distinguido por sus virtudes sobresalientes) fueron virtudes atribuidas a Nerón. Pero la mentira de tal propaganda, que fue útil para el pueblo de Roma, sólo tuvo validez mientras la administración saneada dejada por Claudio siguió dando buenos resultados económicos y hasta que fueron apareciendo motivos de condenas contra senadores. Todos sabían igualmente que el estoicismo de Séneca no le había impedido amasar una enorme fortuna al amparo del poder.
Superado el quinquenio, Nerón se fue liberando de sus tutores. Su vasta formación cultural le permitió construir su propio modelo político, que tenía dos apoyos básicos: la autoconsideración de sus virtudes superiores le autorizaba a tratar al Senado como a una simple cámara de apoyo o de aclamación de las iniciativas del emperador; por otra parte, para fortalecer esa hegemonía frente al Senado reforzó la justificación de su poder tratando de seguir un modelo político-cultural helenístico. Desde el 59 d.C., Nerón se vuelca en el intentó de helenizar culturalmente a Roma y al Occidente.
El programa político-cultural de Nerón tiene en el propio emperador al motor y más entusiasta modelo. Nerón escribe poesía, participa en recitales y ejerce de actor. El 59 d.C., se celebran en Roma los iuvenalia, competiciones culturales entre jóvenes artistas en las que participó el propio emperador. El 66 d.C., en su viaje a Grecia, acompañado de su corte de hombres de cultura llamados Augustani, se presentó como un nuevo Flaminio dispuesto a conceder la libertad a los griegos. El entusiasmo de las ciudades griegas fue tal que agruparon varias competiciones (juegos délficos, nemeos, ítsmicos y olímpicos) para que el emperador pudiera participar en todos ellos. Y efectivamente volvió a Roma cargado de coronas ganadas en juegos diversos.
Muchos senadores llegaron a colaborar como actores en esas exhibiciones del emperador, a pesar de lo duro que tuvo que resultar para muchos de ellos el renunciar a la dignitas que habían conseguido bajo Augusto y Tiberio. Pero la actividad cultural neroniana iba acompañada de dos graves inconvenientes: por una parte, la propaganda cultural reforzaba un modelo de emperador de corte helenístico para quien el Senado era un simple órgano asesor; además, la supuesta revolución cultural estaba resultando muy costosa para el Tesoro y perjudicial también para los hombres de negocios. Por lo mismo, los años de gobierno que siguieron al 59 d.C., primer momento de la gran manifestación filohelénica, se corresponden con la persecución de muchos senadores y con varias conjuras para terminar con la vida del emperador. El 66 d.C., la oposición al filohelenismo de Nerón costó la vida a dos prestigiosos senadores: "Tras haber inmolado a tantos hombres ilustres, Nerón concibió finalmente el deseo de aniquilar a la virtud misma al hacer perecer a Trásea Peo y a Bárea Sorano" (Tác., Ann., XVI, 21). Si tal tensión se prolongó hasta el 68 d.C., la explicación reside en las dificultades que encontró la oposición senatorial para contar con la colaboración de las legiones, bien pagadas por el emperador.